miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cuento breve de reflexión sobre la existencia

         Caminando por la avenida Córdoba un señor de aspecto frágil y deteriorado se atrevió a separarme del tumulto que avanzaba en ambas direcciones buscando su destino. El hombre (llamémoslo Jorge Luis, aunque en realidad desconozco su verdadero nombre) llevaba un sombrero angosto pero prolongado, forrado en cuero que apenas dejaba distinguir una leve opacidad en sus ojos, que creo yo, eran oscuros como la noche. Su nariz estaba suavemente encorvada pero era más bien puntiaguda en el extremo, por el contrario, su labios eran gruesos y de curvatura casi perfecta y encajaban justos con la fuerza de sus pómulos. No deseo extenderme en demasía sobre la figura del anciano ya que no es lo esencial en este relato, sino el contenido de su labia. Supongo que nunca sabré con exactitud por qué fui yo el elegido entre tantos individuos pero siempre tendré mis conjeturas y suposiciones al respecto. Mientras tanto vamos a decir que el destino (no discutiremos aquí el hecho de si hay un futuro escrito e inevitable o no, pero lo utilizaremos como argumento de nuestro encuentro) me puso a su salida y logró que yo escuchara sus palabras, que no sé si realmente necesitaba transmitirlas para que no se perdieran en el tiempo o en su lecho, o si solo fueron los frutos de la vejez. La charla comenzó con unas preguntas sin importancia sobre mi origen y luego me fue llevando hacia el núcleo del tema.

         ¿Él era real? ¿Yo soy real? No lo sé con exactitud, nadie lo sabe en definitiva. ¿La computadora en la que estoy escribiendo estos vocablos existe? Quizás yo percibo un monitor pero otra persona vea una ventana (hacia un mundo desconocido para muchos pero muy perfecto y conocido por otros pocos) o para distanciar más la comparación, otra persona vea una silla, o un perro. ¿Cómo saber lo que otros pueden ver si yo no estoy en sus ojos? Los objetos no existen como tales, sino que existen según la representación que les damos, lo que percibimos en ellos. Se puede pensar que hay una sola realidad, la que muchos (no digo todos por razones obvias) pensamos ver y en la que vivimos cotidianamente, pero es completamente imposible determinar si es la única, ya que la existencia de otra, en la que uno como ser consciente no exista es tan posible como imposible. Esta fue la idea principal que me transmitió el hombre en nuestra charla.

          Luego de intercambiar un par de frases, Jorge Luis se marchó rápidamente no sé a dónde ni por qué, lo vi alejarse por una perpendicular a la avenida, dio vuelta la cabeza una sola vez para mirarme nuevamente hasta que lo perdí de vista. No estoy muy seguro de por qué no lo seguí para continuar la conversación, supongo que fue por la sorpresa, todavía no llegaba a reaccionar, pasaron dos o tres minutos hasta que pude volver en mí y seguir con mi marcha.
Obviamente y como la mayoría (y no todos, nuevamente) deben suponer, en el trayecto hacia mi morada solo pude reflexionar sobre el tema tocado por este señor nunca antes visto por mi, y supongo que nunca más vuelto a ver. El mundo no es más que lo que yo puedo interpretar de él, pero puede ser, y supongo fuertemente que otro hombre de características similares a la mías, en otro país no vea las cosas de la misma manera que yo. Nada existe como objeto que es, ningún libro es libro, ninguna caja es caja, son lo que yo puedo ver, lo que nosotros percibimos en ellos. Hay objetos que puede ser que existan, aunque sea físicamente, que estén formados de millones y millones de átomos, pero si nosotros no los percibimos, para nosotros no existen. Todo es real y nada es real. Cada uno tiene su realidad, que siente y puede representar. Esto puede ser exportado hacia otros tópicos, no solo material pero también sentimental o al ámbito de las ideas. Por otra parte, Jorge Luis me dejó reflexionando sobre la existencia de otro mundo paralelo, u otros mundos, en los cuales nada sea como aquí, todo puede ser el contrario o una mezcla como lo pudo haber imaginado Adelmo de Otranto, y nadie puede determinar la veracidad o no de esta tesis, que quedará en la duda más profunda de filósofos y pensadores por siempre aunque sea en este mundo.

Anónimo.

1 comentario:

irina dijo...

Me gusto!
Estaria bueno encontrarselo de vuelta, en alguna esquina de la ciudad...

Sigan asi ! Ya aportare algo ;)